jueves, 6 de mayo de 2010

PIROZZI, EL MAESTRO OLVIDADO


Pese a su trayectoria, el multifacético Jorge Pirozzi es prácticamente desconocido para las jóvenes generaciones, desde aquí unas líneas buscarán un poco de justicia.


Heredera de una vasta tradición, y a la vez dueña de un personalísimo estilo, la pintura de Jorge Pirozzi se presenta como una bofetada para los impávidos ojos del espectador. Desde aquellos cuadros cargados de materia hasta la luminosidad de sus obras posteriores, el andar pirozziano mantiene una pulsión sin precedentes.
El camino del artista puede pensarse como una desconstrucción sucesiva: la materia va desapareciendo para darle espacio a la línea volviendo, indefectiblemente, al dibujo.
Su recorrido hacia lo primitivo el pintor lo describe con sorna, alguna vez afirmó que tal vez el gorila fue un hombre que decidió no hablar.

EN EL CAMINO
Desde aquellas muestras durante los 70 en la galería Arte Múltiple, dirigida por Gabriel Levinas, con otros notables convidados como Noé, Pietra y Suarez, la proyección de Pirozzi se desdibuja.
Su ostracismo lo llevó a desperdigadas exposiciones en la década siguiente y a un total ausentismo en los nefastos 90.
Recién en 2009 una muestra monumental en Masotta Torres pudo demostrar el esplendor de su obra, sin embargo fue ignorada por los medios masivos de comunicación y por los abanderados del arte. Es comprensible, no hay modas ni motivos de comparación para Pirozzi.

EL VIDENTE
Músico, luthier, teórico lúcido su laboratorio de alquimia bien podría ubicarlo en ese cuadro mágico integrado por Xul, Macedonio, Ricardo Carreira, buscadores infinitos con poco espacio en los anales oficiales y molesto para muchos de sus contemporáneos.
Pirozzi es un obsesionado por lo permanente; lo permanente: lo que se sostiene por fricción y vibraciones propias y no lo eterno, lo que no se modifica.
Hönderlin escribió que eso (lo permanente) lo fundan los poetas, por esto y no por el mero ejercicio del verso pienso en la pulsión de Pirozzi como en la de un poeta sobre el que recae la sospecha de demencia. Un mundo engendrado en la liviandad rechaza al que se enceguece de mirar.

LA PERSONA
Miguel Briante escribió que el de Pirozzi es un escenario desaforado, donde se mueven dramas: el hombre, la figura del hombre –deformada, estirada en todas sus posibilidades plásticas, “abrumada” en el sentido literal de la palabra, porque parece salir de la bruma de las pesadillas- enfrenta símbolos, recuerdos, accidentes del alma.
Ese ambiente que se palpa en su obra parece no escindirse de su vida cotidiana. Es difícil ver a Pirozzi fuera de su Casa-taller. El artista prefiere el intimismo de su familia antes que las esferas artenosas, atestadas de snobs y carteles de neón.

EL PERSONAJE TIENE LA PALABRA
Así como en su pintura se entrelaza lo brutal y minucioso, su pensamiento se rige por una honestidad brutal, aquella antigua prédica de Montaigne.
Para mí el arte conceptual no es una obra, sino un deseo. Un deseo que no termina de concretarse. El arte conceptual es un hijo predilecto de la crítica. Decir arte conceptual es lo mismo que decir lluvia seca. Son opuestos, antónimos. Son dos términos que se están negando mutuamente. Lo que tiene de bueno el arte es que señala algo aparentemente estable, lo inestabiliza y lo muestra de diferentes formas. El concepto, en cambio, hace lo contrario.
El arte no es platónico es concreto. Cuando es platónico es crítica de arte, es un punto de apoyo en la conciencia del modelo. El crítico compara, no puede ver. Lo que hace es transformar el arte en algo que no tiene que ser. No hay nada fuera de lo comparable para el crítico, cuando está fuera de lo comparable no puede verlo. Escribió en un lúcido monólogo para El porteño.

La irascibilidad de sus ideas lo mantiene fuera del epifenómeno denominado mundillo cultural.
Contra ese enorme bostezo se opone, por mera presencia, un artista de la dimensión de Pirozzi.

Dante Sepúlveda

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