jueves, 6 de mayo de 2010
EL MUNDO POETICO DE LILIANA CAMPAZZO
“La escritura debe estar
pegada a lo cotidiano”
Su pasión por la escritura comenzó allá en la lejana infancia, cuando escribía discursos para los actos escolares, y desde entonces la acompaña donde quiera que vaya. Hoy, con tres libros a cuestas, su voz resuena nítida en el universo de la poesía patagónica.
Los otoños en El Cóndor, el balneario ubicado a sólo 30 kilómetros de la capital rionegrina (Unos treinta kilómetros/ fueron la distancia/ que puse para ser otra, dirá la poeta), son tranquilos, apacibles y allí, entre el sonido de los loros y el arrullo del mar, vive Liliana Campazzo, o simplemente Lily para quienes la conocen; una bonaerense de nacimiento, pero que desde hace mucho reside en la Patagonia.
Un territorio al que adoptó como propio y al que defiende apasionadamente en la charla. Por eso no duda en criticar la poesía porteña, a la que califica como “de una poética del vacio, del no decir nada y del escribir para que no lo entiendan, como diciendo mirá que buen poeta que soy, escribo difícil”, y dice que en cambio “la escritura debe estar pegado a lo cotidiano, a la cosa mínima y a la propia reflexión del acto de escribir”.
TRES LIBROS, TRES LENGUAJES
De la poesía intimista y casi de “una romántica del siglo XIX” (como la definiera Tulio Galantini) que muestra en “Quieta para la foto” (Simurg, 2003), a esa voz femenina que se relaciona con el mundo exterior desde los efímeros “Escritos en el vidrio” (Llanto de mudo, 2008), queda en el medio “Yuyo Seco” (Limón, 2005), donde el romanticismo deja paso a una voz mucho más comprometida en lo social.
Tres libros muy distintos, de los que Liliana (a diferencia de otros escritores) no reniega de ninguno: “Cada uno es un momento muy distinto de escritura…, cada uno de ellos me hizo pasar a una forma de sentir diferente. Los tres me hicieron pasar a un estadio diferente”, dice.
Del primero dirá que “es una reflexión profunda sobre el acto de escribir, el usar la mirada en torno a que se quiere decir y no tanto en el como se quiere decir”, en cambio los otros son para Lily “más impulsivos, más comprometidos con un mundo más exterior que la reflexión sobre la escritura”.
POETAS, Y ENCIMA MUJERES
Los poetas son quienes “no aceptan un mundo heredado y, peor aún, pretenden crear otro con la palabra”, decía –irrefutable- la neuquina Irma Cuña, primera patagónica en entrar en la Academia Argentina de Letras. Y aunque Lily Campazzo sostenga irónicamente en el epígrafe de apertura de su primer libro “Entiéndase bien /ninguna mujer /puede ser dueña de ningún mundo /ni siquiera del suyo”, no duda en sostener que hoy el universo poético femenino “viene con una fuerza terrible, con un discurso muy interesante de ruptura, vocabulario nuevo, con una idea nueva. Cómo cuando leemos a Yenny (Paredes) y nos damos cuenta que hay otra cosa que se está buscando, como Graciela Cros, o Marcela Saracho, o Ludmila Lamanna”.
Y agrega que “Quien abrió la puerta a esta doble voz de escritura y femineidad fue Liliana Ancalao”, en referencia a la comoderense que fue la primera del país en editar un libro en castellano y mapuche. “Ella reivindica su condición mapuche, su cosmovisión, a través de que se encuentra a sí misma en la palabra, de que se para firme en la escritura”.
Lily habla de mujeres y surge –inevitable- la cuestión de género, algo de lo que reniega “como herramienta declaratoria o posición ideológica”, pero sostiene que “hay una manera de contar que es absolutamente femenino” y bromea que -por su condición de tales- los hombres “se pierden muchas cosas”. Como contrapartida, uno también podría decir que ellas se pierden mucho por no ser hombres, pero eso sería entrar en una discusión de ribetes cómicos y por sobre todo estéril.
Ya es casi la medianoche; en El Cóndor ahora sólo se escucha el rumor lejano del mar. Liliana prende su último parisien y se dispone a acostarse, esperando que al otro día, cualquier cosa -por chiquita que sea- le depare un nuevo hecho poético.
Alfredo Giménez
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